Compartimos el artículo sobre el recientemente desaparecido Claude Lanzmann, publicada por Pablo de Vita en la revista la Nación,
«Durante la larguísima preparación del film me invadió la sensación de vivir entre muertos. El reino de la muerte había triunfado. Cuando encontraba a algún testigo vivo, tenía la sensación de exhumarlo? Shoah es un film sobre el último instante, sobre la radicalidad de la muerte en las cámaras de gas, sobre los únicos testigos de la aniquilación de todo un pueblo», señalaba Claude Lanzmann sobre el film que le dio notoriedad mundial.
Shoah es el ejemplo máximo del documental que prescinde del material de archivo para enfatizar el horror, pero también es un film que evita la música para añadirle un efecto melodramático a lo que se narra porque el dolor es tan grande que no hace falta.
Lanzmann murió en París a los 92 años y deja como legado una filmografía que gira en derredor de la masacre de la Segunda Guerra Mundial y en particular un reconocimiento mundial por aquel documental que le insumió diez años de arduo trabajo y un resultado final de nueve horas y media de duración, que en nuestro país se conoció por televisión, pero también en la Hebraica, con la presencia del realizador, y también en la Sala Leopoldo Lugones.
Lanzmann tuvo una vida intensa y apasionante, reflejada en su libro La liebre de la Patagonia, pero su vínculo con el mundo del cine siempre estuvo relacionado con el pueblo judío desde su ópera prima Pour quoi Israel rodada en 1973 hasta El último de los injustos en 2013 con la que cierra su filmografía, si bien su primera película, su obra cumbre ( Shoah), y Tsahal son consideradas parte de la denominada trilogía de Claude Lanzmann. La miniserie Les quatre soeurs (2017) vuelve al archivo de Shoah con las conversaciones con cuatro mujeres, al igual que había hecho en El último de los injustos.
Quien mejor resume el sentimiento que toca al espectador al ver Shoah fue Beauvoir: «Nunca jamás hubiera podido imaginar semejante alianza entre el horror y la belleza. Desde luego, la segunda no es capaz de ocultar al primero, no se trata de esteticismo: al contrario, ella la ilumina con tal inventiva y con tal rigor, que podemos darnos cuenta de que estamos contemplando una gran obra. Una obra maestra en estado puro».